El departamento de la calle Salguero 1647, primer piso, al frente y con balcón, daba de frente al supermercado atendido por inmigrantes chinos.

La computadora estaba ubicada en la ventana que da al balcón, la primera a la izquierda. Desde la calle se lo podía ver a Fogwill sentado en su silla ergonómica (sin respaldo), con el torso semi inclinado hacia adelante, los pelos revueltos y los ojos clavados en la pantalla. Los dedos se ocupaban de atender las teclas y el mate. Entre las teclas había tronquitos y hojas de yerba, como aureolas verdes impresas que daban registro de esta convivencia. Fogwill solía decir que la única droga que se administraba (después de dejar la cocaína) era la mateína.

La mesa, enfrentada a computadora, tenía libros de Felisberto Hernández, informes de marketing apilados con las traducciones que había hecho de Pessoa, folletos llevados de la calle, resmas de papel, un display con golosinas que traía de su cliente y un tarro de miel solida “del campo”, que adquiría en la tienda de productos orgánicos (donde además compraba los productos con los que elaboraba su propia granola) de Julián Álvarez y Guatemala. La cuchara de miel que salía del frasco iba al borde del mate, y el resto en la boca de Fogwill.