Enrique Rodolfo Fogwill nació en Quilmes, en 1941. Sociólogo graduado en la Universidad de Buenos Aires, donde fue profesor. En el circuito se lo reconoció por la calidad de sus textos, su impronta personal y su capacidad para detectar y visibilizar material literario de colegas que, en muchos casos, no habían sido editados. Reconocido en el mundo empresario como consultor y publicista, en la década del ochenta su nombre empezó a sonar en el ambiente literario como marca registrada. A su paso como editor se le debe la primera publicación de Néstor Perlongher y los hermanos Lamborghini. La novela Los Pichiciegos (escrita durante la Guerra de Malvinas y finalizada antes de la rendición) logró el reconocimiento de la crítica y el público, que lo proyectó a una producción literaria arrolladora. La obra de Fogwill está compuesta por novelas, relatos, poesías y ensayos. Su enorme conocimiento de la música puede apreciarse en la musicalidad de su escritura. Murió en Buenos Aires, en 2010.

 

Enrique Rodolfo Fogwill
  • Estación Constitución

    No es difícil imaginar al pequeño Fogwill, recortado por la ventanilla del tren, en una pose que repitió toda la vida: ojos bien abiertos, codo del brazo apoyado en el marco, mano sosteniendo la pera y un dedo metido en su boca. Como dijo él: “Pienso que no hice otra cosa en la vida: posar,

  • Teatro Margarita Xirgu. Chacabuco 875

    “Al Colón” es una expresión que se suelta para nominar a la persona que merece estar en la cúspide. Para Fogwill llegó el momento en septiembre de 2006, cuando el Centro Experimental del Teatro Colón estrenó la opera Los Mostruitos, de Oscar Eldenstein. La ópera se basó en poemas del libro Lo Dado y se

  • Club Almagro. Medrano 522

    En Medrano 522 funciona el Sport Club Almagro, donde Fogwill practicaba natación. “Para alguien con problemas motrices, como yo, la desgravitación que produce el agua es la solución de la vida. Yo nadaba mucho, cuatro kilómetros en río abierto. Iba a un club náutico, y en ese club había una pileta y había botes. Los

  • Libros del pasaje. Thames 1762

    Algo que solía hacer en las librerías: preguntar cuántos libros suyos se habían vendido. Pasaba al otro lado del mostrador, miraba las pantallas con las estadísticas de venta. “Tenés que controlar a las editoriales porque te cagan con las liquidaciones de derechos de autor”, decía. La librería Libros del pasaje tiene una bar. Fue su

  • La casa de Soler. Soler 4937

    Barrio de Palermo, calle Soler 4937, edificio de departamentos en dúplex, último piso. Adentro: perchas con ropas colgadas de las escalera caracol, el frasco de miel sólida, el pote de granola hecho en casa, resmas, hojas encuadernadas, revistas. La casa tenía equipos de computadoras desarmados, una afición que llevó a motores y cuanto aparato mecánico

  • Plaza Unidad Latinoamericana

    La plaza tiene una calesita y juegos infantiles. Fogwill solía llevar a jugar a sus hijos y aprovechaba esas salidas para dar entrevistas o pautar encuentros con clientes, para hablar de los avances de sus investigaciones de mercados. La plaza, además, era un lugar de caminatas. La actividad física siempre le preocupó, entre otras cosas,

  • Departamento de Salguero. Salguero 1647

    El departamento de la calle Salguero 1647, primer piso, al frente y con balcón, daba de frente al supermercado atendido por inmigrantes chinos. La computadora estaba ubicada en la ventana que da al balcón, la primera a la izquierda. Desde la calle se lo podía ver a Fogwill sentado en su silla ergonómica (sin respaldo),

  • Plaza Güemes

    En el café Pinot (Mansilla 3802) solía encontrarse con amigos del psicoanálisis y la semiótica. La mirada penetrante buscaba en quienes lo acompañaban en la mesa (y fuera de ella también) las palabras que componían un discurso gracioso, agudo e hiriente. Allí solía endilgarle a un semiólogo, que vivía en el pasaje del Signo, que

  • MALBA. Figueroa Alcorta 3415

    Fogwill no se sentía atraído por el arte plástico y visual. Pese a eso, el Grupo Mondongo, un colectivo de arte de renombre internacional, se puso en contacto con él para hacerle un retrato con lápices. Fogwil andaba con el libro debajo del brazo mostrando a todo el mundo, sin ocultar su orgullo, la obra

  • Biblioteca Nacional. Agüero 2502

    El velorio de Fogwill fue en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires. En las mesas del bar de la biblioteca que está en la plaza se oían las anécdotas desopilantes de Fogwill. Era una parada intermedia, y el lugar de retorno después de haber pasado un rato al lado del féretro. Adentro del edificio de

  • Iglesia del Socorro. Juncal 880

    En cuarto grado Fogwill escribió su primer poema: “A la entronización de Fátima en la Parroquial del Sagrado Corazón de Quilmes”. Muchos años después, fue en una iglesia que Fogwill volvió a despuntar el interés por una rama artística: el canto. Entraba a la Iglesia del Socorro cantando y su voz rebotaba en los techos

  • Arcor. Maipú 1210

    Fogwill fue un reconocido profesional del marketing. En los 90 asesoró a la empresa Arcor en Argentina y Chile. Las oficinas de Arcor, en el segundo piso de la calle Maipú 1210 (edificio AMEX) fueron el escenario donde desplegó todo su saber e histrionismo. Las puertas del ascensor se abrían y el canturreo de Fogwill

  • Plaza San Martín

    En la Plaza San Martín está el monumento a los caídos en Malvinas. La guerra por las islas marcó la literatura de Fogwill porque, mientras las bajas se sumaban, escribió la novela Los Pichiciegos. En esos tiempos (post crisis económica, después de haber estado seis meses preso, acusado de estafa y subversión económica) vivía con

  • Florida Garden. Florida 899

    En Santa Fe y Callao estaban las oficinas de la agencia de publicidad de Fogwill. Funcionaban en un edificio de diseño francés. Eran tiempos en que el éxito como empresario (era dueño de la agencia de publicidad Ad hoc y de la empresa de investigación de mercado Facta) lo llevaron a ganar muchísimo dinero. En

  • Los bares de la facultad. Viamonte 577

    Fogwill frecuentaba los bares cercanos a la facultad. Los encuentros entre estudiantes llevaban a fuertes discusiones y apasionadas conquistas.  De esos bares, el Coto era el más intelectual. Estaba en Viamonte entre Florida y Maipú, mano derecha. También estaba el Bar Florida, a mitad de cuadra (donde hoy funcionan las Galerías Pacífico), frente a la

  • Facultad de Filosofía y Letras. Viamonte 430

    Fogwill estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA (donde actualmente está el rectorado). La carrera se cursaba en el Instituto de Sociología. Como dijo Víctor Chevez, un colega de estudios, “Fogwill era un muchacho de Quilmes». Fogwill era “de afuera”, como se suele reconocer a toda persona que no porte título

  • Centro Cultural de la Cooperación. Corrientes 1543

    El último encuentro literario que se dio entre Laiseca y Fogwill fue en el Centro Cultural de la Cooperación. Laiseca le había pedido a Fogwill que presentara su libro Poemas chinos. Fogwill admiraba y quería a Laiseca. Era recíproco, aunque era habitual escucharlo a Laiseca decir «Este Fogwill, es terrible». La presentación fue en el

  • Bares de Corrientes. Corrientes 1593

    Los teatros, cines y librerías de Corrientes conformaron (y lo siguen haciendo) uno de los polos culturales más importantes de la ciudad. Fogwill revolvía estantes de las librerías para leer libros de literatura, matemática, astronomía, biología y mecánica de motos y autos. Su avidez por el conocimiento no tenía límites. Había un bar que aglutinaba

  • El Gato Negro. Corrientes 1669

    El gesto de Fogwill de llevar a su nariz, inspirar profundo y adivinar las especias que se habían utilizado para la elaboración de un alimento (acertando todas las veces) habla de una percepción superlativa. El Gato negro es un café con tienda de especias y té de muchas variedades. Comino, nuez moscada, vainillas, clavo de

  • Puerto Madero

    Puerto Madero tiene embarcaciones y Fogwill fue un amante de los viajes en barco. Cruzar el Río de la Plata para llegar a Punta del Este, y animarse a más para tocar puntos en la Costa de Brasil, estaban en su bitácoras de viaje. En el cuento “El Japonés” exhibe su conocimiento y pasión por