Casa de Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares

«Gombrowicz tuvo en Argentina un profundo interés sobre el campo literario e intelectual, y en su Diarios escribió mucho sobre el tema. Es conocida su costumbre de preguntar por las personas más inteligentes del lugar cuando se encontraba de viaje. Sin embargo, su relación con los escritores de la época, y sobre todo con los nucleados alrededor de la revista Sur, fue muy tensa.
Quien lo introdujo al círculo de Sur fue Carlos Mastronardi, con quien fue a comer a casa de Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares, en donde también estaban Borges y Victoria Ocampo. El episodio terminó siendo relativamente famoso, porque hubo un pequeño incidente que hizo más o menos cómplies a Gombrowicz y Silvina Ocampo. Así lo cuenta la escritora: “Antes de la cena, escuchamos tangos. Se me cayó una fuente de las manos al llevarla de la cocina al comedor. Sólo Gombrowicz oyó el ruido. Vino a ver lo que había pasado. Cuando me vio con la cabeza entre las manos, me dijo: ‘No llore’. Creía que estaba llorando. Me propuso que lo recogiese todo y lo sirviese como si nada. Y todo el mundo se sirvió. Había pedido a Witold que guardase el secreto, y en el curso de la comida me lanzaba ojeadas cuando mis amigos decían que la comida estaba muy buena”.
La escena toma un cariz especial si se tiene en cuenta la distancia que había entre los miembros de Sur y Gombrowicz.  Acerca de Victoria Ocampo, Gombrowicz da cuenta de la importancia que concentraba en los mecanismos de producción y difusión cultural de entonces: “Si he podido alcanzar en Argentina cierta fama”, dice, “no ha sido tanto como literato, sino por ser el único escritor extranjero que no cumplió con el rito de acudir al salón de la señora Ocampo”.
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