El Ramos. Corrientes 1604

Si La Paz era el epicentro de los intelectuales, el Ramos era el punto de encuentro de los artistas. Fue fundado en 1929 y cerró hace pocos años. Para Piglia fue un lugar de tránsito permanente, en el que también se encontraba para tener reuniones de trabajo, o simplemente con amigos o mujeres.

En Los diarios de Emilio Renzi hay una presencia que queda asociada de manera muy estrecha a este lugar, y es la de David Viñas. De algún modo el Ramos y Viñas se constituyen como una posible columna vertebral de los tres tomos, ya que las referencias a ellos muchas veces marcan el ritmo de lo que Piglia va narrando. Viñas fue, para Piglia, una figura muy querida y muy problemática, con la que permanentemente se hallaba en un estado de tensión y confrontación. Sus encuentros solían ser en el Ramos, pero también se veían en la casa de uno u otro, o salían a pasear por la ciudad o el conurbano. Las conversaciones que tenían giraban en torno a la literatura, el peronismo, la revolución, los intelectuales, el dinero, los medios de comunicación, las revistas, las editoriales, el lenguaje, las mujeres, el cine y el teatro.

Si en Años de formación encontramos unas pocas referencias a Viñas (con admiración, con cautela, con críticas), en Los años felices vemos cómo la amistad va construyéndose hasta consolidarse, siempre con sobresaltos y chispazos, y alusiones permanentes a todo lo que a Piglia le molestaba de él: las obsesiones, la neurosis, los exabruptos, las auto invitaciones a comer, las quejas por la falta de dinero, la depresión, la euforia, las vacilaciones, la inseguridad, la insistencia, la imposición de sus problemas, la locura. Esa amistad tan intensa tuvo un momento de quiebre muy puntual, cuando Piglia anotó lo que Viñas le dijo en un momento de enojo: “sentí satisfacción desde el punto de vista competitivo al ver que tenés limitaciones, yo en cambio soy omnipotente”. A partir de ahí las referencias a él comenzaron a volverse menos frecuentes, hasta casi desaparecer en Un día en la vida. Quizás, porque como escribió Piglia, “David se me parece demasiado”.